24 horas en Sepúlveda: hablan los familiares y amigos del torero Víctor Barrio

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Vanitatis viaja al pueblo en el que vivía el malogrado diestro para reconstruir cómo era su vida. Humilde, cercano y siempre con actitud torera, así lo definen los suyos.

“Tengo mil anécdotas, pero no puedo hablar. Cada vez que lo hago me pongo a llorar”. Jesús Hernánz, primo hermano de Víctor Barrio, se disculpa con Vanitatis por no poder enlazar más de dos frases seguidas sin que le tiemble la voz. Pide tiempo, pero después hace de tripas corazón y reconsidera la oportunidad de poder dar a conocer cómo era su primo en las distancias cortas. Muchos solo conocían al torero, pero tras el maestro se escondía mucho más. “Víctor era como dos personas en una. Como torero, se crecía en la plaza y su actitud era chulesca, pero fuera de ella era muy humilde y muy llano. No era nada prepotente, como sí le ocurre a otros toreros”, recalca aún con el dolor en la mirada. “Fíjate, que cuando nos íbamos de pesca, al final siempre terminaba ayudando a los abuelillos. Se sentaba con ellos y pasaba el día pescando para ellos, en vez de para él”, recuerda con nostalgia. Jesús, como el resto de su familia, no tiene fuerzas para recordar a Barrio y prefiere dar por concluida la conversación. “Llámame más adelante, a ver si estoy mejor”, se despide.

Como él, toda Sepúlveda está abatida. Caminar por sus calles empedradas tiene una banda sonora muy particular: los recuerdos a Víctor. Desde hace una semana los vecinos no hablan de otra cosa y entre la admiración y la compasión charlan con cariño de la familia Henánz, la familia materna del diestro. Esther, la madre de Víctor, era de esta bonita villa segoviana y sus abuelos, sus tíos y sus primos son muy conocidos allí. La mayoría regenta varios locales en el centro del pueblo y alguno de ellos, como Casa Román, propiedad del tío de Víctor, aún tiene colgado un cartel manuscrito que informa de su cierre. “Lamentamos informarles que por motivos familiares hemos tenido que cerrar”, reza la nota.

Estos días, mientras Sepúlveda intenta volver a la normalidad, a la familia de Víctor esto se le antoja complicado. Muchos coinciden en recordar cómo el día del multitudinario funeral –se estima que acudieron más de 5.000 personas– los abuelos del torero permanecieron en 'shock'. Especialmente su abuelo que, sentado en un banco, “parecía completamente ido”. Quizá porque con un injusto sentimiento de culpabilidad recordaba que había sido él quien había transmitido a Víctor su afición por los toros. Una afición que desde niño llevó dentro, pero que se convirtió en su forma de alcanzar la gloria cuando ya era un hombre.

La falsa promesa

Conoce bien esta evolución personal y profesional Millán García, íntimo amigo de Víctor Barrio. Se cita con Vanitatis en el restaurante Villa de Sepúlveda, sede de la peña taurina del diestro segoviano, y le acompaña el presidente de dicha asociación, Sergio Miguel. Millán recuerda cómo compartieron durante años su afición a los encierros, algo que para Millán quedó ahí, pero que Víctor llevó hasta el final, hasta convertirse en matador. El destino quiso que el día de la muerte de Víctor, ese fatídico 9 de julio, Millán estuviese en Pamplona corriendo los Sanfermines. Los dos amigos ante el toro esa tarde corrieron suertes distintas. “En cuanto me llamaron y me dijeron lo que había pasado vine a Sepúlveda. Ya no tenía el cuerpo para correr; bueno, más bien, la cabeza”. Millán recuerda perfectamente el día que Víctor hizo una promesa a sabiendas de que no la iba a cumplir. El día de su 18 cumpleaños sus padres le regalaron un novillo y como si se tratase de un chiste les dijo: “Esta es la última vez que me pongo delante de un toro”. Era mentira, corría mayo de 2007 y durante 9 años más Víctor se enfrentaría a un astado casi a diario

A partir de entonces su vida cambió radicalmente. Barrio dejó su trabajo en el campo de golf de su pueblo, Grajera, y comenzó una lucha por lograr un sueño que le haría sacrificar varias cosas por el camino. “Al principio salía con los amigos, pero luego ya dejó de salir y si lo hacía, se bebía 500 zumos. Su vida era el toreo y se lo tomaba muy en serio”, dice Millán. “Hipotecó su vida y sacrificó estar con su mujer, su familia y sus amigos. En el maletero de su coche solo había muletas y capotes, con eso te digo todo”, apostilla Sergio.

Millán y Sergio recuerdan muy bien aquel 2007. Ese año en los encierros de Pedraza (Segovia) creen que descubrieron ese torero de raza que años más tarde conquistaría las plazas de toda España. “En Pedraza no ponen talanqueras ni nada y no tienes donde subirte. Por eso tienes que medir muy bien las distancias y controlar los tiempos. Cuando salió el toro Víctor, que era un niño aún, se quitó la camiseta con la intención de torear. Yo ese día le dije: 'No lo dejes nunca, Víctor”, dice Sergio, el presidente de su peña.
Eusebio, su discípulo taurino

Lo mismo pensó Eusebio Fernández, Sebín para los amigos, cuando con apenas 12 años descubrió en su paisano Víctor Barrio a su referente. “Yo le conocía de siempre, pero empecé a tener más relación con él tras la becerrada de Camareros de Segovia de 2007. Yo aún no sabía que quería ser torero, pero me fijé mucho en él”, cuenta el joven.

Sebín es la actual promesa del toreo de Sepúlveda. El pueblo le considera el digno heredero del arte de Víctor, su discípulo. “Me ha enseñado muchas cosas. Un día me pegó una voltereta una vaca y me dijo: 'Vamos, levántate rápido y coge los trastos que da mala sensación'. Eso me lo dijo hace tres años y desde entonces lo hago siempre. También me enseñó que a los matadores hay que llamarlos maestros, que siempre hay que ir vestido como un torero y que serlo es una actitud. Siempre hay que caminar rígido”, recuerda un aplicado aprendiz de torero. Él es uno de los que más han llorado la muerte del matador. Su rostro desencajado mientras portaba el féretro de Barrio ha dado la vuelta a España y él se emociona al recordar la dureza de esos momentos: “Cuando me enteré de que le había cogido un toro me subí a la iglesia, me puse a llorar y por la impotencia comencé a dar golpes por todos lados. Allí me puse a pedirle a Dios, pero luego me dijeron que la cornada había sido mortal”.

El joven tardó varios días en creérselo, como le ha ocurrido a muchos, y el día de su funeral aún le costaba asimilarlo. Ese día se abrazó con fuerza a los abuelos de Víctor, que quisieron advertirle con lágrimas en los ojos de si estaba seguro del mundo en el que había decidido entrar. Sin embargo, las advertencias de los abuelos se desvanecieron cuando Sebín abrazó a Raquel, su viuda, y a Esther, su madre. “Me dijeron que siguiese adelante, que Víctor había muerto haciendo lo que más amaba”.

Sebín, emocionado, baja la cabeza para admitir que la muerte de su amigo le ha vuelto más débil, pero la levanta para hacer gala de la responsabilidad que supone que le comparen con él. A sus 22 años habla pausado pero con contundencia: “Ahora soy más débil, pero por otro lado me ha dado mucha fuerza. Voy a ser el único torero de este pueblo y uno se va, pero ahora llego yo y quiero llegar al menos todo lo lejos que ha llegado él”. Y añade: “Ahora cuando entreno solo pienso en él, en que no va a estar en la feria taurina de finales de agosto de aquí, de Sepúlveda (Víctor Barrio ya estaba en el cartel) y en que quiero dedicarle los toros”.

Los insultos a Víctor Barrio

En mitad de la conversación interrumpe su padre, Eusebio Fernández, que es consciente de que la suerte, la mala suerte, que corrió Barrio la semana pasada podría haberla corrido su propio hijo. Eso no le amedrenta y tampoco los insultos que él mismo, como dueño de un bar taurino, está recibiendo por teléfono. Este miércoles alguien le llamó al restaurante para mandarle un desagradable mensaje (que Vanitatis prefiere no reproducir) sobre la muerte de Víctor.

Esa polémica, la que se ha generado por los miserables tuits de algunos anónimos que se han alegrado de la muerte del torero, es la que mantiene estos días en vilo al pueblo de Sepúlveda. No quieren que queden impunes y piden que sobre los autores caiga todo el peso de la ley. En el Ayuntamiento, Miguel Ángel Alonso, teniente alcalde de esta villa segoviana, dice que dependen de la Diputación Provincial, pero que se reservan el derecho a personarse en la causa si esta prospera. Por su parte, Sergio Miguel, presidente de la peña de Víctor, sentencia: “A esto no pienso dedicarle ni un solo minuto de mi tiempo”. “¿Habrá homenajes?”, quiere saber Vanitatis. “Claro, pero no hay que precipitarse. Por desgracia, en Sepúlveda tenemos un torero que ya es eterno”.

Fuente de la noticia: www.vanitatis.elconfidencial.com, 16 de julio de 2016